domingo, 27 de diciembre de 2009

Está aquí y la odio

Y es lo más horrible, lo más sofocante. Es algo frío y duro, tan espeluznante que cuando lo sientes un escalofrío recorre tu nuca. Demoledor. Te derrumba con toda su intensidad; no importa cuanto arriba estés ni cuanto inmune hubieses creído que eras. Es algo inaceptable por mucho uno se esfuerce en aceptar, por mucho que hayas tratado de acostumbrarte cuando te has dado cuenta de que no puedes repararlo. Nunca lo aceptas, ni siquiera cuando estás convencido de que ya lo has hecho; que es entonces cuando la vida se encarga de tirarte en cara que estás equivocado y sólo te queda echarte a llorar, a veces con más tristeza o con más rabia, pero siempre con nerviosismo, tratando de huir de todo aquello tan insoportable o de castigar a alguien, alguien que sólo puedes acabar siendo tú mismo.
A veces me pregunto por qué nuestro cerebro no activa uno de sus mecanismos de defensa y desconecta nuestra parte consciente, provocándonos un desvanecimiento o algo parecido con tal de no soportar todo esto que nos cae encima, aplastándonos hasta llegar a tener la sensación de que vamos a morir asfixiados si alguien no nos rescata pronto. ¿Y por qué no lo hace? ¿Por qué nuestro cerebro no nos ayuda? Ya lo he dicho: porque no importa cómo seas ni cómo estés, ella siempre consigue alcanzarte y tú siempre sucumbes; y sí, lo hace: te devora por dentro sin llegar a matarte para que puedas sentir todo de lo que es capaz… Y lo peor: es experta en lograr que TÚ te sientas culpable por padecerla. Tú eres el único responsable de poseer ese parásito agarrado a tu cuerpo y vinculado a tu mente, succionando poco a poco tu vitalidad y desgarrándote por dentro cada vez que te das cuenta de que existe y esta ahí. Lo cual desencadena que también te sientas estúpido, pues, empiezas a pensar que si tanto dura esto, si tanto te ataca, será porque esta es tu única forma de vivir; por lo que debes aceptarlo, como ya he dicho. TIENES que aceptarlo si quieres optar por continuar viviendo en un estado mental estable. Pero eres incapaz de ello. Ansias librarte de ella, ansias hacerlo, ansias poder ser diferente y te derrumbas en el intento o creas la fantasía de que puedes aceptarlo y sobrellevarlo, de que es posible o incluso que ya lo has logrado. Es entonces cuando la recaída es aún más fuerte… Y es entonces cuando, en ambos casos, te sientes tan estúpido, pequeño y patético por no ser capaz de vivir bien de ninguna de las maneras: una por no poseerla y otra por no aceptarla.
Los lobos solitarios, si hay que entenderlos como hombres respetables que han elegido y aman su condición, no existen. Todos están muriéndose por dentro de una forma continua. La único que les caracteriza y les diferencia del resto de personas que sufren las macabras ideas de ella es que han logrado construir un muro que los aísla completamente del exterior, de forma que no puedan llegar nunca a aceptarlo (lo cual es imposible sea del modo que sea) ni a arreglarlo.
¿Y ellos lo han logrado? No. Ha sido ella. Ella, ella sola (“ella” y “sola”, qué bonita ironía) ha conseguido trastornarlos hasta tal punto en que ha podido dominar y manipular a esos hombres para que construyan un obstáculo más (y encima más fuerte) que les impida avanzar. Es cuando una persona obtiene ya la perdición y cae en lo más profundo de ella, cuando es imposible escapar pues ya está atrapado en la red para siempre, esperando la muerte y añorando la feliz agonía por la que pasó antes llegar a la última fase.
Y yo me pregunto, ¿cuántos ladrillos me quedan para terminar de construir el muro?

jueves, 17 de diciembre de 2009

Teoría de la Amistad

Un trabajo de filosofía hecho en media hora a las 12 de la noche y deseando irme a dormir (por favor, tened esto en cuenta XDDDDDDDD).

Para empezar creo que, se hable del tema que se hable, es muy difícil plantear una teoría y conseguir plasmar en palabras exactamente lo que tú quieres decir. Supongo que la labor más grande, más que pensarlo y planteártelo bien, será lograr expresarlo. También encuentro difícil cómo empezar, así que me voy a ayudar un poco.
La amistad. Veamos primero qué es lo que dicen los señores de la RAE sobre ella:

amistad.
(Del lat. *amicĭtas, -ātis, por amicitĭa, amistad).
1. f. Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.
[…]
5. f. ant. Pacto amistoso entre dos o más personas.

La verdad es que la definición que nos da la Real Academia Española es casi exacta a la que podría dar yo si tuviera esa capacidad de la que carezco para expresar bien lo que siento o pienso.
Sí, podría decirse que la amistad es aquel afecto que hay entre dos personas y que no pertenece a un ámbito familiar ni amoroso, pues es muy distinto el trato que se tiene con un familiar o querido que con un amigo. “Puro y desinteresado”; no es un afecto por compromiso o por fuerza de vivir durante años con él (familia) ni por algo sexual o amoroso.
Pero, espera… Así debería ser, pero leed esto: “Pacto amistoso”. ¿Seguro? Aunque supongo que no dice “Pacto” con el sentido más literal de la palabra, no puedo evitar mal pensar.
Representa que la amistad surge y que es puro y desinteresado y todo lo mencionado arriba anteriormente, pero, en realidad, mucha gente elige a sus amigos. Son falsos amigos. Amigos de clase, amigos de fiesta… Gente que frecuentas o incluso con la que sales pero que realmente no son amigos de verdad. Son amigos por conveniencia, por aburrimiento, por no estar solo o gente que simplemente te parece maja y te apetece ver de vez en cuando sin llegar a tener nunca una conexión especial. “Pacto amistoso”. Esa clase de amigos, amigos que no son de verdad, deberían llamarse en realidad “compañeros” o “conocidos”. A veces me siento falso/a cuando digo algo como “un amigo me contó…” o “le conozco, es amigo mío”; porque sé que no es verdad. A lo mejor alguien me cae bien, comparto gustos con él/ella o incluso nos vemos a menudo porque vamos a los mismos sitios o, es más, me apetece verle porque es divertido, pero eso no significa que seamos amigos. Probablemente, si se fuese a vivir a otra parte ninguno de los dos haría la molestia de ir a visitar al otro, ni siquiera una vez al año. Hay muchos conocidos de ese tipo y aún así nos empeñamos en llamarles amigos. Muchas veces hasta nos creemos que somos amigos de verdad; el clásico ejemplo es el de tu compañero de clase favorito. Como te ves cada día con él y vives diferentes experiencias con esa persona, empiezas a salir también con ella para seguir divirtiéndote o garantizar que seguiréis siendo vuestro “compañero” favorito (pacto amistoso). Y pueden pasar dos cosas: que con el tiempo acabéis conectando y siendo amigos de verdad o que, en X momento de tu vida en que te tengas que separar de ese ambiente que te obliga a estar tantas horas con ella (te cambias de instituto, esa persona se muda lejos, etc., cualquier cosa), pierdas el contacto con esa persona o de pronto se interese más por las personas que ahora tiene cerca que por ti, pues las ve más y le interesa más tener una buena “amistad”. Porque la “amistad” muchas veces es eso: interés. El interés de entretenerte, de no estar solo, de tener alguien con quien ayudarte. Si no tienes a nadie cerca de ti que cubra las necesidades de un verdadero amigo, buscarás un suplente. O puede que llegues a tener cien suplentes; pero eso no significa que sean verdaderamente amigos tuyos. Y ese es un error que comete mucha gente: considerar a alguien como a un “amigo” precipitadamente, a veces incluso sin conocerle del todo. Por eso dudo cuando debo explicar qué es para mí la amistad; porque hay la parte sincera, la auténtica, la bonita y desinteresada y la parte fea, la hipócrita e infantil. Si la gente supiera diferenciar bien entre un conocido o compañero y un amigo, yo podría decir abiertamente esto: la amistad es aquello que tienen dos personas que se conocen a fondo y que, pese a sus diferencias (aunque probablemente puedan tener algunas cosas en común, pero no siempre es así), pese a sus cosas buenas y sus cosas malas, se aceptan tal y como son; pues las cosas buenas de esa persona, aunque sean pocas, compensan con creces todo lo malo que tenga que soportar (o, ¡es más! Puede que hasta uno ame las cosas “malas” que tenga su amigo y le prefiera con esos defectos; pues es lo que pueden hacerle especial a uno. Sin esos defectos no sería la misma persona). Dos personas sinceras, con la suficiente confianza de decir, por ejemplo, cuándo les gusta algo y cuándo no sin temer qué pensará la otra. Dos personas que se preocupan una por la otra y la ayudan sin que sea necesario pedirlo, ¡y no por compromiso! Sino porque desean hacerlo, porque si el otro no está bien, él tampoco lo está, pues no soporta ver sufrir a su amigo porque le aprecia demasiado. Dos personas que lo pasan bien juntas y que aunque se distancien o aparezcan nuevos individuos en medio sigan en contacto y no pierdan nunca la confianza y el afecto que tienen la una por la otra. Y, obviamente, cuanto más tiempo pasa más grande es la amistad, porque cuanto más tiempo pasas con una persona, más la conoces y descubres más cosas (buenas o malas) que aceptar sobre ese individuo y, por lo tanto, si una amistad no muere es porque se hace más fuerte.

En conclusión: considero que la amistad es algo muy escaso y difícil de conseguir y que la gente comete un gran error al no saber diferenciar un compañero o conocido de un verdadero amigo. Esta equivocación es lo que más abunda (pues es lo más fácil) y no es más que eso: un pacto hipócrita que se hace por interés, por aprovecharnos del otro (a la vez que el otro se aprovecha de nosotros) para conseguir X; mientras que la verdadera amistad es algo precioso, sincero y desinteresado.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Imposible

Estupendo.
Menuda mierda.

Me cuesta mucho escribir, MUCHO.
Bueno, mentira. Escribir es súper fácil. El problema está cuando no tienes ni idea de qué escribir y eso es exactamente lo que me pasa a mi todo el tiempo. TODO EL TIEMPO. Y las pocas veces que se me ocurre algo acaba siendo cualquier mierda personal o tonterías varias como las que hay más abajo.
Pues bien, ahora estaba inspirado/a (como prefiráis, ya me da igual, seré un ser asexuado si queréis) y tenía ganas de escribir, ¡sabía qué escribir (aunque volviese a ser una mierda; esta vez una fusión de los dos tipos de textos anteriores, pero al menos sabía qué teclear )! Ahora o no me acuerdo o se me ha pasado la inspiración (todavía no lo he decidido) y para colmo no dejo de poner paréntesis. Odio poner paréntesis tan seguido, aunque parezca extraño, cuando veo un texto con tantos paréntesis me da por pensar que la persona que lo ha escrito es subnormal.
Soy subnormal.
Bueno, supranormal. Supranormal me gusta más, aunque no salga en la RAE.

He estado a punto de poner OTRA VEZ una aclaración entre paréntesis. Una aclaración que no calía y solamente me haría parecer más sub.. supranormal desde mi punto de vista.
¿Por qué? No sé.
¿Por qué estoy diciendo tantas chorradas? No sé.
Estoy nervioso/a supongo. Cuando estoy nervios/a digo tonterías, y ahora estoy nerviosa/a por cuatro motivos: porque se me ha pasado la inspiración o me he olvidado de lo que iba a escribir (sigo sin haberlo decidido todavía), porque no dejo de poner paréntesis, porque me aburro y porque veo que ahora que soy un ser asexuado no pararé de poner barras y eso también me cabrea.

Vale, estoy escribiendo realmente mal. Y jode. Me jode mucho escribir mal, y más ahora que vuelvo a tener ganas de escribir.

De verdad que me gustaría poder escribir algo mínimamente extenso; pongamos un libro, por ejemplo, aunque no pretendo llegar tan lejos precisamente (OH DIOS, QUÉ AMBICIOSO/A QUE SOY: PRETENDO PODER ESCRIBIR CON NORMALIDAD UN PUTO BLOG. NORMAL QUE NO ME SEA CONCEDIDO TAL DESEO*).
Imposible a menos de que hablásemos de un libro delgaducho de unas 100 páginas donde un/a psicópata en pleno ataque de nervios hubiese escrito sus 1000 y una chorradas con un registro tan cutre y coloquial como el que estoy empleando ahora. Y sí, todo serían chorradas. No podría escribir una historia fantástica, ni una realista: nada de novelas. Ni podría ser un libro filosófico, ni autobiográfico (porque entonces acabaría siendo una novela victimista como la de Cielo Latini y yo no quiero eso; y ojo: admito que adoro su libro pese a detestar el victimismo e incluso me siento identificado/a con ella algunas veces), ni didáctico (hola me llamo Alex y vengo a explicaros cómo comer espaguetis), ni informativo (servidor/a no sabe una puta mierda sobre ningún tema en esta vida), ni cualquier otro tipo de texto que se os ocurra, Y TODAVÍA MENOS DE 100 PÁGINAS. Cierto, cierto: tiendo a extenderme SIEMPRE. Me dicen que haga un ensayo de 50 lineas y acabo escribiendo dos hojas, pero eso es cuando me dan un tema del que hablar. Lo mío sería que me encargasen un libro con X parámetros y entonces podría hacerlo. Pero no sería mi libro. Aunque lo hubiese escrito yo, no lo habría escrito yo. Literatura hipócrita. Podría escribirle los discursos a los políticos o podría haber sido yo quien hubiese redactado el libro de Su Majestad la Reina Doña Sofía, aunque gracias a Dios ni siquiera he visto la portada de susodicho escrito. En fin, que no, que no sirvo. Me gusta escribir pero no sirvo. Sólo escribo chorradas, y vale, sí, leerlas puede llegar a ser incluso divertido una, dos veces. Luego cansa. Este/a pesado/a siempre escribe lo mismo, siempre se queja, siempre se enrolla durante 3 párrafos para decir la misma chorrada, siempre usa el mismo registro, etc. Y además es que lo que escribo no tiene nada de interesante. Como mucho podría ser una alternativa al aburrimiento y a la larga acabaría rallando y reconvirtiéndose nuevamente en aburrimiento.
Perdón, EL aburrimiento. Es tan escalofriante este sentimiento que se merece un respeto. Lo odio. ODIO el aburrimiento. OOOODIO al aburrimiento. LO ODIO.

Y señores, no vamos a mentirnos. Esta es una de las chorradas que escribo siempre, pero en peor. Porque no estoy contando absolutamente nada. Estoy contando menos que he contado nunca. Me acabo de dar cuenta de esto último cuando una amiga (¿la convierto en un ser asexuado, también?) me ha preguntado que qué hacía, y le he respondido esto:

  
Paranoid Android   dice:
*estoy escribiendo una de las gilipolleces mas grandes que he escrito


Y voy a aclarar el asterisco inútil que he puesto más arriba, antes de que se me olvida o me vuelva a ir por las ramas (es alucinante, me voy por las ramas cuando en realidad no estoy hablando prácticamente de nada. ¿Lo veis?). Y digo inútil porque en realidad es una aclaración inútil pero que me da la gana aclarar: no quería tener que dar por supuesto que todos sabéis que soy ateo/a y que por lo tanto lo de la influencia de Dios en lo que hago es sarcasmo. Nadie tiene más culpa que yo mismo/a por no ser capaz de poder escribir. No le echo las culpas a otros. La incapacidad es mía.

Y señoras y señores, mi querido/a hermano/a (venga, a este/a sí que lo voy a convertir en un ser asexuado) me quiere echar del ordenador, por lo que voy a tener que dejar este absurdo ensayo aquí.
Mierda. Tenía ganas de escribir.